Mi vida universitaria | Mantén la esperanza


Si de universidades y primeros días de clases se tratara, yo tendría un postgrado. En Venezuela tuve la oportunidad de estudiar en dos universidades, si, en dos. Cada universidad representa un capítulo en mi vida, cada capítulo representa un nuevo intento por ser feliz, conseguir la “armonía” que tanto anhelaba y mantener la esperanza. Todas las circunstancias fueron diferentes, todas las universidades fueron distintas situaciones, sin embargo, todas tenían un denominador común: Esperanza. Nunca la perdí, a todas entré esperanzado de encontrar lo que allí había ido a buscar.

Universidad Simón Bolívar

Hoy justo se cumplen 2 años que empaqué mis cosas y aterricé en Maiquetía para mudarme a la capital venezolana Caracas, la Universidad Simón Bolívar representaba todo lo que en ese momento había soñado para mi formación profesional y mi vida universitaria, era un reto personal y un compromiso que había asumido con la vida. Desde el momento en el que me pre inscribí para tomar el examen de admisión estuve enfocado en que lo lograría y así cumpliría este sueño, todo eran sueños, todo eran aspiraciones, todo eran metas y objetivos.
Me decepcioné.
No hay algo que me perturbe más que decepcionarme y eso fue lo que me pasó durante mi primera semana en Caracas, en primer lugar, vivía en una suerte de “retiro espiritual” porque vivía cerca de la universidad, en una montaña super fría y silenciosa, cuando caía la noche, en pleno ocaso, los grillos empezaban a cantar y ahí me perdía en un concierto infinito hasta el amanecer. Siempre he vivido rodeado de gente y en este caso la soledad me mataba, adicional a eso, mis papás no me dejaban salir mucho por el peligro que implicaba tan solo recrearse en la capital venezolana y por más sobreprotectores que fueran, yo sabía, muy en el fondo de mi consciente que ellos tenían razón.
Los amigos y relaciones que tuve a lo largo de mi estancia en esta universidad fueron contados con las manos porque por alguna extraña razón me convertí en el ser más asocial del mundo, bueno, la razón no es desconocida, yo si sabía la razón, odiaba con toda mi alma estar en ese lugar y me imagino que así lo transmitía. No podría decir que las relaciones que hice allí no me dejaron nada porque debido a mi estado depresión continua, fueron relaciones de muchísimo apoyo y a esos amigos les estaré siempre agradecido por ayudarme a seguir.
En la Simón me robaron.
En la Simón me reprobaron.
En la Simón me convirtieron en un wallflower.
Fue increíble sentir que en un lapso grande de tiempo nada bueno me pasó, la desdicha era parte de lo cotidiano y ya se estaba haciendo costumbre sentirme miserable. Hasta que me di cuenta de que sentirse miserable todos y absolutamente cada uno de tus días simplemente no estaba bien, algo malo estaba pasando y algo tenía que hacer.
Decidí volver a mi ciudad y dejar atrás un capítulo que me enseñó y me hizo crecer y madurar muchísimo, sin embargo, este capítulo lo bloqueé totalmente en mi mente, este capítulo, es tal vez la etapa de mayor oscuridad en mi vida.

Universidad de Oriente

Una vez en mi hometown fue sumamente fácil entrar a mi segundo intento de universidad, mis papás trabajan en esta universidad incansablemente a pesar de las adversidades -que ya les contaré- porque según mi mamá, la Universidad de Oriente le ha dado todo, ciertamente le dio un título universitario, un trabajo que le ayudó a costearse su vivienda, su primer carro y también fue el escenario donde conoció a mi papá, con el que justamente hoy cumple 23 años de casada. Nada mal para una joven mujer de tan solo 26 años, calculo yo, para ese entonces.
Ante el ejemplo de entrega y amor que tienen mis papás por la universidad, emular esa actitud no fue muy difícil para mí, de verdad me gustó la universidad y mis días allá no estuvieron tan mal.
Sin embargo, las carencias físicas que tiene la Universidad de Oriente hoy en día son terribles. No hay cableado eléctrico, razón por la cual se ve clases en penumbras. Es sumamente insegura, razón por la cual no puedes llevarte tu teléfono ni ningún tipo de artículo valioso. Mis papás son profesores allí, razón por la cual yo tenía que estar ligeramente “encubierto”.
A pesar de que me sentía más cómodo, yo sabía que tampoco las cosas iban bien. La brecha cultural y social que existen en grupos tan heterogéneos en Venezuela también puede ser un tanto incómoda y hasta peligrosa. En una oportunidad, en medio de un debate político en clases me llamarón “imbécil escuálido”, refiriéndose a mi pensamiento anti-socialista, ante la mirada complaciente de la profesora, no tuve más remedio que callar mis ideas y ver como los hijos de una revolución que empezó a llenar de odio a muchos venezolanos en la década de los 2000, me atacaban como si de labores de rutina se tratase.
Mi estadía fue de solo 1 mes y medio en esta universidad porque atravesábamos como país un momento bastante crítico, eran las Protestas de 2017 en Venezuela, posterior a esto las clases fueron suspendidas y fue suficiente para darme cuenta de que eso no me iba a llevar a ningún lado, la solución era probar suerte en otras latitudes.

Universidad de las Américas
Otra latitud y otra altitud.
A 2850 metros sobre el nivel del mar, la UDLA me recibió con los brazos abiertos. Es el contraste de lo que viví anteriormente, es una universidad de gente que le hace honor a su eslogan “El mundo necesita gente que ame lo que hace”, después de haber estado en dos universidades venezolanas podría afirmar, sin temor a equivocarme que aquí estudiamos en el futuro. La plataforma tecnológica de la universidad nos permite a los estudiantes tener una visión más amplia de la educación del primer mundo. Tengo dos semanas y ya tengo un grupo de amigos (gracias a Dios por eso) y todo marcha en orden.
En contraste es increíble como unas políticas de gobierno acertadas pueden hacer de una sociedad una unidad mucho más asertiva e incluyente, ciudadanos más felices y estudiantes más comprometidos.


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Fueron días duros y aunque pareciera que ahorita yo vivo la calma, son distintas las preocupaciones que acechan mi mente el día de hoy, son días igual de difíciles, pero mucho mejores de los que algún día formaron parte de mi cotidianidad. Sin embargo, mi esperanza y mi fe siguen intactas y que mejor día para decirlo que hoy que se conmemora la Resurrección de Jesucristo, una de las demostraciones de fe y esperanza más grandes de la historia de la humanidad.

A ti que luchas contra las adversidades mientras estudias, mantén tu esperanza.
A ti que estas lejos de tu familia, mantén tu esperanza.
A ti que hoy sufres una decepción, mantén tu esperanza.
A ti que estas desempleado, mantén tu esperanza.
A ti que ves cada día más difícil cumplir tus metas, mantén tu esperanza.
A ti que trabajas duro lejos de casa, mantén tu esperanza.
A ti que hoy intentas nuevamente sin resultado obtener tu cita de la apostilla, mantén tu esperanza.

Porque la esperanza es lo último que se pierde y con ella se va la vida misma.

Felices pascuas y agradezcan lo que tienen, la vida y la oportunidad de leer esta publicación son también bendiciones de Dios.

Nos seguimos leyendo, 
Miguel Alejandro Gómez

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