Miguel Alejandro Gómez

E ste post nace desde la conmoción así que me disculpan si las ideas no son totalmente claras. ------- 2 de octubre de 2017. 5:30 AM. San José de Curataquiche, zona rural, estado Anzoátegui. ------- Mi hermana dormía en su primera noche como médico rural en el pueblo de Curataquiche, en las afueras de Barcelona, cuando el vigilante del recinto médico toca la puerta de su apartamento. -Doctora, llegó una mujer pariendo, va a parir en la ambulancia. -Voy, voy saliendo - respondió mi hermana ante la incertidumbre que le generaba atender un parto justamente 18 horas después de haberse mudado a la que iba a ser su nueva casa por un año. Al levantarse de la cama, cepillarse y lavarse la cara, sale de su apartamento, el cual está al lado del ambulatorio y se dirige a la ambulancia, al hacer el tacto, sintió la cabeza del bebé. Estaba a punto de hacer el primer parto de su año como médico rural y naturalmente tomó la decisión más sensata, trasladar rápidamente

L os días malos nos recuerdan que somos vulnerables, nos recuerdan que en cualquier momento, cualquier cosa puede pasar. Los días malos nos hacen valorar los días buenos. Los días malos nos hacen replantearnos el objetivo de nuestra existencia. Los días malos nos enseñan a ser pacientes, a reflexionar, a pensar y a analizar. Los días malos nos enseñan a aceptar. Los días malos nos recuerdan que somos humanos. Los días malos nos revelan cosas sobre nosotros mismos que hasta el momento podrían haber sido secretas. Los días malos al final del día, pudieron ser peores. ¿Cuándo sabemos que un día es realmente malo? Cuando alguien se va de este plano, cuando nos hacemos daño, cuando realmente las cosas que nos suceden no tienen solución. Hace un tiempo leí "Un día en el que no pasa absolutamente nada, es un día bueno", la felicidad es el camino y no el objetivo. Un día, una semana, un mes, son unidades de tiempo que en lugar de considerarse