Dos años después: La lección más grande


La cuarentena en la que nos hemos visto envueltos en los últimos días, producto de la pandemia del Covid-19 ha sido un camino para conectarnos con muchas cosas. Algunos han compartido tiempo con sus familias, algunos han aumentado su actividad en redes sociales, algunos se han ejercitado, otros se han dedicado a comer y otros han dedicado este tiempo a conectarse con su yo interior y preguntarse ¿Quién eres realmente?

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¿Quién eres? - Me preguntó.
Y no me había dado cuenta lo difícil que era responderlo, porque no es lo que haces, el rol que desempeñes, no es ser padre, no es ser estudiante, no es ser de alguna nacionalidad. Eres realmente la persona que cuando se queda sin trabajo, dinero, familia o amigos, sigue teniendo cualidades, valores, sueños y metas.

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Metas que no sabes si puedes cumplir y ahí se hace presente la ansiedad, la ansiedad que genera la incertidumbre de no saber que va a suceder en una semana, en dos, en tres o en cuatro, es tremenda. Vivir el presente es difícil en situaciones "normales" pero es más difícil aún en tempestades. Estos días mi mente ha estado viajando entre el pasado y el futuro, ha sido un viaje entre recuerdos y sueños. Es un viaje entre el alba y el ocaso. 

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El ocaso es la peor parte de estos días de cuarentena, es un día que pasa, es un día más con cifras desalentadoras, el ocaso anuncia una noche de calles vacías, de silencio ensordecedor, de corazones separados y de ronquidos interrumpidos entre la intermitencia del dormir.

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Dormimos de manera natural, algunos producto de la manzanilla, otros ayudados por algún medicamento, dormir es casi un rito qué nos prepara el escenario para soñar, dormir nos deja en nuestro estado más vulnerable.

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Vulnerables, así somos, nacimos vulnerables, morimos siendo vulnerables. Creo firmemente que la vulnerabilidad es incluso inherente al ser humano, entonces, dicho esto ¿Por qué pasamos nuestra existencia tratando de no parecer vulnerables? Las enfermedades nos lo recuerda, el amor nos lo recuerda, el dolor nos lo recuerda. Seamos vulnerables con dignidad, no tengamos miedo a sentir dolor, eso nos hace cada día más humanos y en la vulnerabilidad y en llevar el dolor con dignidad, entra la madurez. Digamos lo que sentimos, en cuarentena o fuera de ella. Digamos lo que sentimos, enamorados o desilusionados. Digamos lo que sentimos, felices o tristes. 
Por evitar lucir vulnerable dejé de escribir de forma pública y empecé a hacerlo fuera de este blog. Para mí, escribir significa exponerse y no fue hasta hoy que entendí que no está mal sentirse así, por el contrario, una invulnerabilidad frágil te sepulta en el vacío.

Volví después de dos años. Dos años de crecimiento, madurez y auto aceptación. Volví más humano. Volví más vulnerable.

Nos seguiremos leyendo,
Miguel Alejandro Gómez 

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